Es increíble la evolución que ha sufrido el cerebro a través de millones de años hasta ser una verdadera obra de arte de la que poco conocemos realmente; pero sin llegar a entrar en la Neurociencia, podríamos decir que tenemos “ tres cerebros en uno” (metáfora que puede ser representativa para que los padres entendamos la forma de actuar de nuestros hijos).
Durante su primer año de vida vamos a tener que convivir con un bebé que tan sólo tiene desarrollado el cerebro reptiliano; el más primitivo que sólo va a buscar el deseo de cubrir sus necesidades más básicas: comida, sueño… En este periodo de nada sirve ponerse a dialogar con un bebé que está hambriento y tratar de explicarle que tiene que esperar un poco a que la comida se enfríe, por ejemplo.
Es a partir del primer año de vida cuándo, aparece su cerebro emocional (nos hace distinguir entre emociones agradables y desagradables) Éste va a convivir con el primero. Ahora sí podemos entrar en acción y de hecho es fundamental hacerlo. Estos dos cerebros estarán conviviendo hasta aproximadamente los tres años de vida del niño, que será cuándo aparezca el cerebro racional: gracias a él nos comunicamos, razonamos, tomamos decisiones, empatizamos.
Entre el primer y el tercer año de vida ese cerebro emocional llega a sus vidas y llega pisando fuerte. Saben que quieren algo y lo quieren ya; no saben de esperas, no entienden de explicaciones ni argumentos. Sólo quieren su objetivo y todo lo demás les sobra. Aquí sí debemos ayudarles a gestionar mejor sus deseos, y con ayudarles no me refiero a darles todo en todo momento; para nada. Ayudarles significa enseñarles a entender, a comprender que no todo puede ser cuándo uno quiere. Van a ser unos años de frustraciones, de rabietas y pataletas; pero al final se consigue!!
Puede que estéis pensando ¿Cómo un niño tan pequeño va a entender que no puede tener lo que desea? Sí, si nosotros como padres nos lo creemos, ellos también lo harán. Tenemos que tener confianza en nosotros mismos y en ellos; pero sobre todo constancia; ellos nos tienen que ver fuertes y seguros de nuestras palabras y nuestros actos.
Hace años, una mamá me decía “mi hija no puede comer sin su cuchara de Peppa Pig, los otros días no la encontraba y no hubo manera de que comiese”. A mí me apenó bastante escuchar eso, por ella. Es estupendo que se tengan objetos preferidos, de apego; pero también hay que enseñarles que a veces estarán y otras no, por las circunstancias que sean: todas las cucharas hacen la misma función, unas veces será la de Peppa Pig, pero otras veces quizás coincide que el lavavajillas está lavando en ese momento con ella dentro…
Muchos son los recuerdos que tengo de estar hablando con mis hijos, siendo muy pequeños (y hasta mi madre pensaba que lo mejor era darle lo que querían y “que estuviesen tranquilos”). La mayoría de las veces no lo entendían y había que retomar la conversación una y otra vez con pequeñas paradas intermedias para que lo fuesen asimilando; pero al final lo hacían (teniendo en cuenta lógicamente que su cerebro reptiliano estaba totalmente tranquilo y con sus necesidades básicas cubiertas).
Creo que unas de las claves está en darle la importancia que se merece al NO, sin enfados, sin gritos, ni golpes; pero cuándo mamá o papá dicen que NO, es que NO. Cuándo os ven firmes y seguros, una vez y otra vez, al final os aseguro que lo entienden. Seguro que llorarán y pueden que con frecuencia, pero también pasará. Respecto al llanto, mi hija le decía a su hermano (ella 23 meses y él recién nacido, con su cerebro reptiliano a tope) cuándo lloraba por necesidad “llora, que no pasa nada, verás cómo te tranquilizas y te acabas relajando” la pobre era lo que escuchaba decirle en casa a ella cuándo le entraba una de sus tan frecuentes rabietas!! Los límites hay que ponerlos, para poder guiarlos. Sin límites estarán liados y aturdidos y no van a llegar a entender verdaderamente las diferencias entre lo que puede o no puede ser. De la noche a la mañana no aprenden a no levantarse de la mesa, a no comer con las manos, a no quitarse el babero mientras que se está comiendo… “al arbolito, desde chiquito”.
Pienso que como padres aprendemos todos los días y nunca acabaremos de hacerlo; pero entre tantas responsabilidades de las que somos conscientes (su educación, su higiene…. ) creo que la más importante de ellas es prepararlos para la vida, para una que no va a depender de ellos al 100%, de sus deseos ni de sus planes; que no va a transcurrir a su antojo, que tenemos que estar preparados para los cambios externos y para ello no hay nada mejor que una estabilidad interna.
Vanesa Ruiz
Maestra de Ed. Infantil, Ed. Especial y A.L
Directora de E.I. Sweeties. (www.escuelainfantilsweeties.es)