A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a distintas situaciones, algunas de ellas nos realizan aportaciones increíbles que nos llenan de felicidad y amor. Sin embargo, en otras ocasiones nos enfrentamos a la pérdida de algo material o al fallecimiento de un ser querido. Es en estos últimos casos cuando decimos que estamos en situación de duelo. Pero realmente ¿Qué hay detrás de esta palabra?

Por definición podemos decir que el duelo es un proceso interno que se produce por la pérdida de una relación afectiva (pérdida de un trabajo, cambio de ciudad, divorcio, fallecimiento de una persona o mascota). Aunque el origen que desencadena el duelo puede identificarse en la mayoría de las personas con facilidad, lo que resulta complicado es la forma en que se puede manifestar.

Puede presentarse con diferentes componentes y es aquí donde a veces la intensidad de las manifestaciones es muy elevada y absorbente que puede resultar una etapa muy complicada en la que no disponemos de las herramientas adecuadas para hacer frente. Aunque para la mayoría de la población el perder algo querido debe de ir ligado a estar profundamente triste, esto no es del todo cierto. La manifestación de dolor y añoranza puede estar presente visualmente ante los demás o no, aparecer en las primeras etapas de la pérdida o hacerse visible en etapas posteriores que puede ser un predictor de duelo complicado.

Y es que los seres humanos somos mucho más complicados de lo que parecemos y cuando una situación nos resulta dura hacerle frente activamos unos mecanismos de protección de manera inconsciente. Iremos caminando por distintas etapas o fases durante el afrontamiento de la pérdida. Lo que ocurre que en ocasiones nos quedamos atrapados en una parte del camino y no podemos avanzar, desencadenando una desconexión con la realidad y, en ocasiones, a la aparición de conductas perjudiciales (por exceso o defecto) para nuestra salud física y mental. Es en esta parte del camino donde lo aconsejable es pararse, ser consciente de que no estamos andando en la dirección adecuada y solicitar ayuda de nuestro entorno (si puede ser profesional mucho mejor).

Generalmente, las etapas de este camino están descritas de forma teórica pero lo cierto es que cada persona puede comenzar en uno u otro punto diferente. Teniendo paradas en la negación (¡esto no puede estar pasando!), la ira (¿por qué?), negociación (¿y sí… lo hubiera evitado?), el vacío (depresión) y la aceptación (toma de consciencia). Es esta última estación, la que puede resultar más difícil porque requiere ser consciente de que lo que hemos querido tanto se ha marchado y no podemos esperar que vuelva. Aprender a afrontar una nueva vida con la presencia de su recuerdo y no de un dolor desgarrador, nos permitirá relacionarnos de forma saludable con nuestro nuevo mundo que ya ha cambiado por completo. 

 

Rosario Ramos Serrano

Psicóloga en Clínica Arroyo. www.clinica-arroyo.com

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